Tres palabras y 90 minutos de gloria.

«Un golpe de suerte»

 

Cuando me preguntan cómo lo hice, simplemente les digo que fue un golpe de suerte.

Mi historia comenzó hace, aproximadamente, un año.

Llegué a Barcelona sin muchos recursos para subsistir, lo poco que había conseguido ahorrar antes de marcharme de casa de mis padres. 

Recuerdo aquel día; cogí lo imprescindible, me armé de valor y me fui a la gran ciudad en busca de un futuro mejor y, porqué no, algo de aventuras.

Lo primero que hice al llegar fue instalarme en una habitación que había alquilado por tan solo un mes, en un céntrico piso situado en el barrio del Clot. Tan solo tenía un mes para encontrar trabajo antes de que mis ahorros se esfumasen.

En mi habitación reflexionaba sobre el gran paso que había dado en mi vida y todo lo que, a partir de ese momento, me esperaba. Quizás ganaría el dinero suficiente para apuntarme a las clases de teatro que tanta ilusión me hacían. Quizás, comprar aquella guitarra que tenía en mente y formar parte de una banda de rock; tocar en conciertos, recorrer todas y cada una de las salas de la ciudad con nuestra música… Todas aquellas ilusiones se agrupaban en mi mente dejándome en una completa sensación de felicidad al imaginarlas. Ahora, aquello era posible. Solo necesitaba empezar por el principio: encontrar trabajo.

Un día, mientras caminaba por la calle y, pensando en todo lo que Barcelona me ofrecía, tropecé con algo y caí en el suelo. Al momento sentí un profundo dolor que se desató en el pie, concretamente en el tobillo. A primera vista pensé que podía ser un esguince. Todos mis planes se esfumaron de inmediato ya que aquel infortunio significaba tener que permanecer inmóvil durante, al menos, dos semanas.

Mientras me lamentaba en el suelo ahogando mis sueños en lágrimas, me fijé en lo que me hizo tropezar: una baldosa mal colocada.

Rápidamente pensé en aprovecharme de la situación y pedir una indemnización al Ayuntamiento. 

El trámite fue complejo. En primer lugar tienes que poner la denuncia, adjuntar fotos que demuestren el accidente, informes médicos y declaraciones de testigos que lo corroboren. Era una inversión de tiempo y energía que, en esos momentos, no tenía, pero visualicé el objetivo y fui en busca de la recompensa.

El propietario del piso donde me alojaba, un tipo canoso de lo más amable, me prestó su ayuda al enterarse del accidente permitiendo mi estancia allí de manera gratuita hasta que me hubiera recuperado por completo.

Afortunadamente, al mes me encontraba mucho mejor; había recuperado la movilidad y también la ilusión.

Semanas más tarde, conseguí un empleo en una de las tiendas situadas en el Centro Comercial las Glorias, y, al cabo de seis meses, tal y como me habían advertido, me llegó la notificación: habían valorado mi caso y aprobado la indemnización reconociendo el error por parte del Ayuntamiento por no tener una vía pública en buenas condiciones.

No entré con buen pie a Barcelona pero sin duda alguna, gracias a ello, había conseguido llevarme un buen pellizco, y eso significaba que iba a llevar a cabo todos los planes que tenía en mente.

La vida es como una partida de póker; a veces, no se nos presentan las mejores cartas, pero tenemos que jugar con ellas de la mejor manera posible y recordar que el juego nunca está perdido hasta el final.

Nadia Climent 

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